jueves, noviembre 23, 2006

 

La simulación en política y la credibilidad de las instituciones

En un post anterior hablaba de la democracia como "un sistema para desalojar gobernantes del poder de manera pacífica", basado en la elección mayoritaria como fuente de una legitimidad muy grande para el nuevo gobernante. Casi proféticamente, decía que "es muy complicado para un candidato que no ha obtenido la mayoria proclamarse a si mismo como gobernador legítimo" (perdón por la autocita)

Precisamente ese término, "legítimo", ha utilizado AMLO en su simulacro de toma de posesión como presidente. Y no es casual, por supuesto, porque eso es lo que evidentemente no tiene: legitimidad (como dice el refrán: dime de qué presumes, y te diré de qué careces).

¿Cómo es posible que alguien se autoproclame presidente y "no pase nada"? Pues, precisamente, por la falta de credibilidad de las instituciones en México, producto de una tradición de "política simulada". Durante setenta años se han celebrado "elecciones" que no eran sino puros simulacros de elecciones, durante años han exisitido supuestas garantías legales que no eran tales, supuestos servidores públicos que no servían a otros intereses que los suyos o los de quien allí los puso, etc. etc. La credibilidad de las instituciones es un requisito para que exista una democracia real, pero en lugar de colaborar en ello, con su simulacro de juramento AMLO no ha hecho sino apoyarse en la larga tradición de "política simulada" mexicana y utilizarla para su provecho.

En la principal disyuntiva política mexicana actual, entre democracia y oligocracia, entre progreso y estancamiento, entre futuro y pasado, AMLO ha tomado una postura clara y definitiva. Lamentablemente.

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